viernes, 18 de julio de 2014

Erase una vez una estrategia para vencer el mobbing

Yo tenía claro cómo iba a vencer este mobbing y lo principal era que mi familia no lo sufriera, consideraba que no ganaba nada contándoles el día a día de la empresa, con algunas pinceladas era suficiente, porque a fin de cuentas, yo me iba a levantar cada día e iba a acudir a mi puesto de trabajo, mientras mi familia se angustiaba en cómo estaría, qué cosa había inventado o de qué se me había tachado ese día.

Como es lógico no puedes guardártelo todo, porque corres el riesgo de volverte loco. Así que yo confié el 100% de la información a muy pocas personas. Dos amigas, las cuales fueron la anterior sufridora del mobbing, compañera como expliqué en el post anterior y la compañera que tenía en ese momento a mi lado, que me daba el apoyo moral que necesitaba en mi día a día. Y de mi familia, evidentemente mi pareja era quien le tocó cargar con este desagradable conocimiento.

Mi pareja en este caso para mi fue todo un descubrimiento con este tema. Lo primero que le pedí fue que si me quería ayudar, tendríamos que llevarlo a mi manera, la cual era fingir que no sabía nada. Fue duro para él, pero me siento muy orgullosa de que lo lograra porque fue lo mejor que hicimos.

¿Por qué? Muy sencillo. Si con mi postura de ignorante (etiqueta que él me había puesto, no lo olvidemos), que no me daba cuenta de las cosas que me hacía o decía, había encontrado el punto de irritar a mi jefe en extremo,  pues imagina que nos encontramos con este individuo, yo le digo adiós (porque "hola" nunca) con mi cara de felicidad y va mi pareja y se lo come con la mirada: Eso sería un gran error, porque echaría por tierra todo mi trabajo diario de vencer al mobbing.

Si este individuo observaba que nosotros le saludábamos sin más, pues vería que mi felicidad no era enturbiada por su persona y que realmente no me daba cuenta de las cosas que me hacía. Yo creo que pensaba que era más tonta de lo que había imaginado y por eso, para llamar mi atención,  sus acciones eran cada vez más descaradas. Pero vamos, que yo seguía sin darme cuenta. Es lo que pasa cuando te dicen que eres tonta, que me encargo personalmente de que le pesen sus palabras.

Yo lo ponía a prueba diariamente, tenía que inventarse una forma nueva de fastidiarme cada día y eso tendría que ser extenuante, la maldad es agotadora. A veces, con mis confidentes, nos reíamos pensando que ni dormía pensando en mí, ¡cuánto honor!

Y llegó el día que no aguantó más y me llamó gritando que estaba despedida, pero eso se merece otro post.

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