jueves, 25 de diciembre de 2014

Érase una vez mi jefe, la mobbing cena navideña y yo

Mi cena navideña de empresa fue bastante fiel al mobbing laboral que llevaba sufriendo desde hacía tiempo.

Empezando por la hora de la cena, que coincidía con mi horario laboral. El jefe alegó que no había otra hora para la reserva, por supuesto dijeron que me esperarían y evidentemente no lo hicieron. Aquí la cena comenzó a llamarse "La Mobbing-cena".

Nuestro jefe organizó personalmente la mesa y la distribución de los asientos, dejando en una larga mesa sentados a todos los compañeros a la izquierda y a la derecha los altos cargos, quedando un par de sillas en ese lado abandonadas y ahí es donde me dijo que me sentara cuando llegué. Su  objetivo claramente era marginarme del resto de compañeros y que no pudiera disfrutar con ellos, pero conmigo todo se vuelve en su contra y reaccioné al revés de lo que él esperaba.

De las dos sillas que había elegí la más cercana a él y me senté a su lado, cosa que no se esperaba porque le cambió la cara a rojo chillón y estuvo toda la noche con un tembleque en la pierna. Mobbing-cena fracasada.

Por lo visto, la opción que este individuo esperaba que eligiera era la de sentarme frente a él y no a su lado, pero en qué cabeza cabe que yo me siente en frente. Elegí a su vera para no tener que verle la cara cada vez que levantara la mirada, es lo más sensato que se me ocurrió. Lo que no pude evitar fue sentir su tembleque de pierna pero bueno, así conocí su punto débil: no me soporta cerca.

Mis compañeros me miraron con cara de desconcierto cuando vieron los asientos que me dejó el personaje y con una sonrisa burlona les dije que ahora formaba parte del equipo directivo, lo que motivó la carcajada colectiva y el enfurecimiento del jefe claro, seguramente porque no había conseguido intimidarme, ni coaccionarme, ni humillarme, ni menospreciarme, ni todas las cosas chungas que se le hubieran pasado por la cabeza cuando se le ocurrió el magnífico plan de dejarme sentada a parte.

Las bandejas o bebidas no llegaban a mí como era de esperar, pero tuve la suerte de que el jefe supremo sí estuvo pendiente de que no me faltara nada, fue muy amable conmigo debido a que había sido la última empleada de toda la empresa que había estado trabajando hasta última hora, "velando por su negocio". Y por supuesto, los compañeros, que a pesar de estar distanciados, no dejaban de intentar incluirme en sus conversaciones ¡y eso que era difícil!

Después llegan las copas en la barra y el individuo empieza a preguntarnos qué es lo que queremos para pedirlo él todo. Perdón, "preguntarles", porque cuando me tocó a mí, me dijo que se lo pidiera yo al camarero directamente: miré al camarero con cara de póquer, al cual parece ser que le caí en gracia, y me dijo la copa que yo quería sin necesidad de repetirla con sonrisa encantadora y me sirvió la primera, con la consecuente efervescencia por parte del jefe que fue el último en ser servido. El karma siempre refleja tus acciones.

La noche continuó en esta línea pero contadas un par de ellas, contadas todas. Ya tenemos al jefe calado, identificar sus acciones y reaccionar de la manera contraria a la que espera es nuestro objetivo y lo estamos consiguiendo.

Sólo tenemos que preocuparnos de ser felices y sonreir, hacerse el tonto funciona muy bien, debemos reflejar que no nos damos cuenta de lo que nos está intentando hacer y no dejarle llegar a hacernos daño con un velo invisible de indiferencia. Así funciona la vida del superviviente del mobbing.


Os deseo que tengáis una maravillosa cena de empresa.

Érase una vez la cena de navidad

Ni en navidad descansa el mobbing laboral. Llegadas estas fechas, creo que deberíamos armarnos frente a una cena de empresa con un jefe un tanto psicópata. 

Es probable que estos individuos no quieran vernos en este tipo de eventos en los que la felicidad y compañerismo afloran conforme aumenta el número de copas. Es probable incluso, que organicen la cena a nuestras espaldas. ¡Es tan divertido ver cómo intentan que no te enteres mientras eres tú la persona que recibe las llamadas de confirmación del resto de empleados! Muy ridículo sí. 

Pero, tenemos dos opciones, como siempre:

1.- Podemos dejar que nos influya negativamente y deprimirnos pensando en lo malísima persona que es, dejando que nos convierta una vez más en sus víctimas.

O...

2.- Podemos dar la vuelta al asunto (como siempre hacemos) y disfrutar del lío en el que nuestro jefe se ha metido él solito.

En esta segunda opción es donde vamos a deleitarnos de verdad.

Vamos allá:

  • Que nos llaman los compañeros y nos confirman la asistencia al evento: Nada de pasarle las llamadas al jefe, nada de llamarle por teléfono para informarle, no no, le damos el recado personalmente a nuestro querido jefe, es divertido ver cómo se agobia y empieza a dar excusas que nadie les ha pedido.
  • Que llaman del restaurante para confirmar el número total de comensales: Te vas al despacho con la listita de todos los compañeros que han llamado y te pones a contar con él 1+1=2, y otro más 3... así hasta que lleguéis al último (se les hace eterno el recuento, os lo digo yo) y si el número final sale 60 por ejemplo, pues en vez de eso decís 61 y entonces sale "el listo" que lleva en su interior y con un dulce grito te dice: ¡NOOO SON 60! Y ahí le dices tú: y yo 61. Y te vas muy digna si darle tiempo a replicar.(Es verdad que contamos con la ventaja de su escasa velocidad de reacción)
  • Que en el restaurante falta una silla y en la distribución no está tu nombre: Pues nada, tu muy sonriente bromeas con tus compañeros y confabulas sobre los posibles motivos: se les acabaría la tinta de la impresora está claro que si sortean quién paga la cena a mí no me toca. Los compañeros para estas cosas llegan a decir verdaderas locuras que hacen gracias a todos menos al jefe... qué raro...
  • Que a la hora de pasar los platos no te ve y te salta pasándoselo a tu compañero: Pues no  hay que preocuparse ni poner mala cara como si te afectara, simplemente debes transmitir que no te has dado cuenta del vacío que te está haciendo y sigues hablando con los demás, ya te pasarán a ti el plato alguno de los compañeros y a la hora de pasarlo tú pues... dáselo al jefe con una sonrisa y dile: Gracias no necesito más. Lo revientas en el acto y encima tiene que recogerte el plato para que los demás no noten el mal rollo.
  • Que no nos mira durante la cena: un favor que nos hace, así no nos sienta mal la comida y disfrutamos de la compañía de los demás. 
Pasarlo bien en nuestra mejor arma, que nos vea alegres y contentos hablando con los demás. No se por qué pero a los jefes acosadores les molesta muchísimo.